CAMINO CASTELLANO-ARAGONÉS

El Camino Jacobeo Castellano Aragonés, que tanta importancia histórica tuvo en el Caminar hacia Santiago, es hoy, de nuevo, una alternativa perfectamente válida al camino del Ebro para conducir a los peregrinaos al encuentro del Camino Francés atravesando las provincias de Zaragoza, Soria y Burgos. 

Los casi 300 kilómetros que separan Gallur de Burgos están divididos en 13 etapas peregrinas. Las tres primeras discurren por tierras aragonesas y los 10 restantes por tierras castellanas.

Ninguno de los caminos a Santiago defrauda, pero este es especialmente atractivo, hasta tal punto, que la belleza del Camino Castellano Aragonés puede llegar a ser exasperante e incluso trastocar el alma de quien se adentre por estos paisajes, siempre amparados por montes legendarios, El Moncayo, Cebollera, Picos de Urbión y La Demanda; y siempre con una enigmática presencia de frontera. 

Al estar este Camino olvidado durante siglos se ha tenido que rescatar del todo y ha tenido que nacer de nuevo con un ingente esfuerzo: Investigación documental, trazado, marcaje de la ruta y la solución de problemas administrativos en multitud de instancias. 

En esta ruta, se ha tratado de evitar, las carreteras asfaltadas. Únicamente hay necesidad de atravesar en escasas ocasiones las carreteras nacionales y transitar brevemente por carreteras de segundo orden sin apenas tráfico. La mayor parte de la ruta se hace por viejos caminos que no se alejan demasiado de las carreteras N-122 y N-234, pero sí lo suficiente como para «vivir» inolvidables experiencias peregrinas. 

Desde el punto de vista geográfico se trata de una línea recta que atraviesa desde Aragón la vieja Castilla hasta Santo Domingo de Silos, donde se une a la «Ruta de la Lana», el camino jacobeo de Cuenca a Burgos (es muy probable que el trazado medieval incluyera una vía directa desde Silos a Frómista pasando por Lerma y Astudillo, sin pasar por Burgos, que ahorraría una o dos jornadas). 

El aspecto geológico le da a este camino su peculiaridad paisajística. Primero, el Ebro, una depresión de apenas 250 m. sobre el nivel del mar, cuya extensa vega está compuesta por planicies agrícolas apenas alteradas por pequeñas elevaciones a las que se encaraman los pueblos. A lo lejos, el imponente Moncayo, hacia donde nos vamos dirigiendo sin que en casi ningún momento deje de presidir nuestra marcha. 



 
 
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